Llevo años peleada con eso que me debería hacer sentir mujer. No lo entiendo, me cuesta comprenderlo, no sé cómo se debe sentir. Tampoco sé que tengo qué hacer.
A veces pienso que he caminado para el lado contrario. Me siento tan pocas veces femenina que me asusta estar tan alejada. ¿Qué se supone que se siente ser mujer? ¿por qué es tan doloroso estar lejos de eso?
No entiendo qué hago: uso labiales, me peino bonito, me pongo vestidos, soy buena y sonrío callada; no digo malas palabras, me sonrojo, me hago débil, la tolerante, la cuidadora. Pero sigo sin sentirme suficiente mujer.
Cuando me miro al espejo no siento eso, no me siento divina y realizada. No siento lo divino y perfecto que relatan los cuentos. ¿Se puede no ser mujer, siendo?
He luchado, prometo que he luchado. Pero pocas veces me he sentido princesa, sacada de un cuento de hadas. Lo femenino siempre me recuerda que no soy tan así, que me falta, que no llego, que soy insuficiente.
Pero lo siento, tampoco quiero ser hombre. No me siento hombre, ni pretendo serlo, pero me lo han dicho tanto. ME LO HE DICHO TANTO que me siento más cerca de eso que de lo femenino.
Y me duele, me duele sentirme varón, me duele cuando me lo dicen, me duele que me recuerden, «No pareces nena, pareces nene». Para parecer nena qué debo hacer, porque lo hago.
He seguido manuales, pasos; 10 cosas que te hacen más femenina, cortes de cabello que te hacen más femenina, femenina, femenina.
Que duro no es sentirse suficiente.
(Este texto lo escribí para un ejercicio en la Escuelita de Autoras cuando leímos el libro de Ser Mujer, un viaje heroico de Maureen Murdock)

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